Cuando la frecuencia de uso de ciertos términos aumenta repentinamente en los discursos políticos e institucionales, constituye una alerta significativa para identificar ideas preconcebidas y una invitación a desmontarlas.
La educación digital no escapa a estas « palabras de moda » y recordamos de manera desordenada la enseñanza asistida por computadora, la interactividad y el aprendizaje electrónico de los años 1980. Luego, en los años 2000, se hablaba más bien de lo digital, y más recientemente de la hibridación. Hoy en día, la inteligencia artificial y la realidad virtual están en primera plana.
En los últimos años, dos expresiones han adquirido un lugar destacado en el léxico de las políticas educativas, así como en el de todos los actores educativos: « transición digital » y « ecosistemas de innovación », que a menudo se utilizan conjuntamente. Así, las instituciones escolares y universitarias ¿están comprometidas en una transición digital que se apoya en gran medida en la dinámica de ecosistemas, generalmente territorializados y favorables a la innovación?
Aunque esta afirmación pueda parecer obvia, merece ser confrontada tanto con la literatura científica como con las realidades sobre el terreno. Es en esta perspectiva que los diferentes socios del proyecto REVE, apoyado por la dirección de la digitalización para la educación del Ministerio de Educación Nacional, trabajaron entre enero de 2021 y diciembre de 2023. Y es en gran parte sobre la base de sus trabajos que se redactó este artículo.
Transición digital en la escuela: establecer objetivos claros
Desde un punto de vista conceptual, la movilización de la expresión « transición digital » es menos simple de lo que parece a primera vista. Si nos atenemos a una definición clásica, la transición es un proceso, más o menos continuo, que caracteriza la evolución de un sistema entre dos estados estables.
Sin embargo, en lo que respecta a la evolución de las instituciones educativas en relación con lo digital, hoy parece muy difícil identificar cuál podría o debería ser el estado estable al que se debe llegar, ni en qué plazo, ni mucho menos la trayectoria para alcanzarlo. Sin este horizonte, la transición cambia de naturaleza.
Se puede formular la hipótesis de que el recurso al concepto de transición refleja más bien una ideología latente que legitima el aumento continuo de los usos y las implicaciones de lo digital en los ámbitos de la educación y la formación, sin estar en condiciones de inscribirlo en transformaciones con finalidades explícitas.
También se puede flexibilizar el concepto de transición para considerarlo retrospectivamente, donde la transición permite comprender el camino recorrido hasta ahora, o prospectivamente, donde el principio y el proyecto de cambio sirven de horizonte. También se puede ver en él un deseo de resiliencia, siendo entonces la transición el proceso permanente de adaptación a las evoluciones del contexto y sus limitaciones.
La principal enseñanza de este enfoque conceptual es sin duda que es necesario construir un horizonte o, como mínimo, un propósito para esta transición anunciada. Esto permitiría, en particular a los actores sobre el terreno, y en particular a las maestras y maestros, dar sentido a sus prácticas e incluir sus elecciones pedagógicas en una dinámica general.
En el ámbito de la educación digital, hay actores interdependientes, entre competencia y cooperación
El concepto de ecosistema caracteriza cualquier sistema estable formado por seres vivos que interactúan en un entorno específico (biotopo). A menudo se utiliza metafóricamente para referirse al conjunto de organizaciones humanas que actúan en el mismo sector de actividad o en un mismo entorno físico y comparten infraestructuras y servicios, como es el caso de la educación digital.
Este concepto es útil para analizar lo que ocurre en la transición digital de las instituciones educativas, pero también para dirigir esta transición. La cartografía de los actores del ecosistema (en sus diferentes escalas territoriales) es importante. Permite verificar si todas las habilidades están bien reunidas, disponibles y movilizadas.
Sin embargo, es en la dinámica de las interacciones entre los actores donde todo se juega. Se menciona la colaboración y la cooperación entre actores, a menudo en el marco de proyectos dentro de asociaciones privilegiadas, como una contribución importante a la apropiación escolar efectiva de las tecnologías digitales. Sin embargo, la investigación científica muestra que estos procesos, a menudo virtuosos (pero no siempre), no se activan espontáneamente.
También encontramos en el ámbito de la educación digital otros tipos de interacciones típicas de los ecosistemas, como la simbiosis, la competencia, la depredación o el parasitismo, cuyo valor puede ser a veces positivo y a veces negativo. Cada uno puede encontrar fácilmente ejemplos…
Como la transición, el ecosistema puede considerarse una metáfora operativa en lo que respecta a la educación digital. Recuerda tanto la interdependencia de los actores involucrados como la necesidad de organizar las componentes y apoyar la dinámica de las mismas.
Cuatro condiciones para apoyar la dinámica de los ecosistemas
En el marco del proyecto REVE, varias estudios de caso (proyectos de campo), dos encuestas y numerosas entrevistas individuales y grupales con todos los tipos de actores de la educación digital (estudiantes, docentes, directivos del sistema educativo, funcionarios de las autoridades locales, empresarios del sector EdTech…), confirman que los conceptos de transiciones y ecosistemas pueden ser utilizados para describir y analizar los usos de las tecnologías digitales en la escuela.
A través del análisis de la expresión que los actores de campo proponen sobre su experiencia y sus expectativas, estos trabajos sugieren condiciones que podrían permitir que los ecosistemas de la educación digital fomenten los procesos de invención e innovación. Cuatro de estas condiciones aparecen prácticamente de manera sistemática y responden directamente a los aportes del análisis de los conceptos de transición y ecosistema.
- En primer lugar, se destaca la aspiración de todos a una mayor estabilidad de las políticas públicas, para poder disponer del tiempo indispensable para construir proyectos y establecer nuevas prácticas.
- Luego viene la complicada cuestión de la información.
- Muchos de los docentes encontrados, por ejemplo, expresan su falta de conocimiento, e incluso su falta de comprensión, de las expectativas de la institución con respecto a los usos que pueden o deben hacer de las tecnologías digitales. También son numerosos los actores de los ecosistemas que desconocen la existencia de otros, su papel y sus posibles contribuciones.
- El conocimiento del ecosistema no es suficiente, también se necesitan competencias que permitan activarlo, generalmente a través de proyectos. La formación de todos en métodos y herramientas de ingeniería de proyectos parece legítimamente necesaria para muchos, especialmente porque muchas realizaciones de campo están subordinadas al éxito de respuestas a convocatorias competitivas.
Finalmente, la transición digital de la escuela, hecha por esencia de cambios, se basa en iniciativas de los actores del ecosistema. Esto supone una definición clara del marco de acción de cada uno y el respeto de estas prerrogativas, con una solidaridad sistémica frente a los éxitos y fracasos.
Jean-François Cerisier, Profesor de Ciencias de la Información y la Comunicación, Universidad de Poitiers.
Este artículo se republica desde The Conversation bajo licencia Creative Commons. Leer el artículo original.